El orden y el progreso, perdón, fue un lapsus. El orden y la lógica son los elementos ideales por los que puede describirse cierto aspecto de la realidad de nuestro caótico universo (Porque nadie puede discutir el hecho de que el universo es Caos y equilibrio, ni más, ni menos. Y que según esta teoría es su propia negación, se contiene y se desborda en si mismo, y mejor lo dejo por ahí). Así es que aquellos dos principios anteriormente citados nos permiten abarcar en forma completa al objeto de nuestro interés.
¿Por qué semejante introducción? Pues porque he decidido enumerar las cualidades de la enumeración
1) Aparece usualmente una primer frase en cada ítem para resumir lo que se ha de tratar allí. Esto ahorra al lector esfuerzos innecesarios, puede dejar de leer luego del primer punto. Por ejemplo puedo decir que hasta llegar al punto dos no habrá más que redundancias, pasen a él directamente. ¿Me habrán hecho caso? Seguro. Pues bien, ahora puedo escribir cosas reveladoras, como el hecho de que siguieron leyendo y mejor no cuento nada.
2) Brinda una proyección en cuanto al tiempo que hemos de invertir en leer el documento o tratado. Se sabe que cada puesto no debe llevar más de dos minutos de lectura, caso contrario, está mal elaborado. Cuidado, si los míos les llevan más, los que están mal son ustedes.
3) En la mayoría de las situaciones se organiza en función de la importancia (creciente o decreciente), lo que habilita la opción de ir directamente al grano. Marcar lo mejor y lo peor y aparentar haberlo leído todo. Lástima que yo prefiera ordenar las cuestiones siguiendo las pautas alfabéticas
4) La falta de contenido puede ser apaleada por un exceso de punteos. Al ver una considerable cantidad de renglones puede interpretarse como algo muy esforzado y producido, algo innovador y creativo… O al menos como algo muy provechoso para quienes lo lean.
5) Notifica al autor del momento justo en que ha llegado demasiado lejos. Sucede que cierto número, letra o índice, informa de la proporción real del asunto y de la necesidad imperiosa de no extenderse más. Digamos que es el equivalente al momento literario en el que el narrador se aburre y decide matar al protagonista para liquidar la cuestión rápidamente.
Haciendo caso de mis creencias aquí termina la breve justificación de porque hemos de decirle si a las enumeraciones. Tranquilícense, es probable que por un tiempo no lo haga más. Ojo, dije probable, no seguro ;-)